Hace tiempo laboré en una escuela de Bachillerato, había serios problemas de disciplina y de mala conducta, desde encontrar colillas de cigarrillo o botellas de vino en los sanitarios hasta riñas entre los alumnos, los jóvenes que ahí estudiaban provenían de una escuela preparatoria particular y traían viejos vicios de su escuela anterior.
En una ocasión, se sorprendió a un alumno brincándose la barda y fui citado al Consejo de la Escuela del cual formaba parte para deliberar sobre lo acontecido y tomar una medida severa en contra del alumno transgresor, formábamos parte del Consejo el director, la subdirectora, el orientador y dos maestros de grupo, el director inició preguntando a la subdirectora sobre su opinión en relación a la conducta del alumno, ella opinó que había que ser más severos con los alumnos que incurrían en alguna falta.
Correspondió luego el turno a un compañero profesor de matemáticas que también formaba parte del Consejo de la Escuela, al preguntarle el director en torno a las medidas que se tomarían en contra del alumno, sin pensarlo mucho el profesor sólo se limitó a contestar: ¡¡Yo creo que ya estuvo bueno de volazones!!